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¿Preparados para una escapada con más rollo que un concierto de Rui Veloso? Porto os espera con su corazón palpitante y una francesinha lista para ser devorada. Olvidad el postureo, relajad el cuerpo y venid a disfrutar de esta ciudad que tiene más encanto que un flautista de serpientes indio.
Animad el día con un cimbalino (así llaman al café por aquí) y un pastel de nata en una pastelería con solera, sintiéndote como un auténtico tripeiro. Luego, perderos por las calles de la Ribeira y dejaros seducir por el ambiente bohemio y las vistas al Duero. Para terminar el día, nada mejor que una copa de Oporto en Vila Nova de Gaia, brindando por la vida y por las buenas compañías.
Pero Porto no acaba ahí, descubrirlo es acercarse a la Livraria Lello, que parece sacada de un cuento de hadas, y sentiros como si fueseis a recibir una carta de Hogwarts. Subid también a la Torre dos Clérigos (¡cuidado con el vértigo!) y flipad con las vistas panorámicas de la ciudad.Y si os va lo de que os lleven, apuntaros a un crucero por los seis puentes del Duero para descubrir la ciudad desde una perspectiva diferente (y sin tener que andar).
¡Ah! Y nos se os ocurra iros de Porto sin probar una francesinha en condiciones, con su salsa secreta y su montaña de queso fundido (¡y luego echarte una siesta para recuperarte!).
¿Quién se apunta?
Animad el día con un cimbalino (así llaman al café por aquí) y un pastel de nata en una pastelería con solera, sintiéndote como un auténtico tripeiro. Luego, perderos por las calles de la Ribeira y dejaros seducir por el ambiente bohemio y las vistas al Duero. Para terminar el día, nada mejor que una copa de Oporto en Vila Nova de Gaia, brindando por la vida y por las buenas compañías.
Pero Porto no acaba ahí, descubrirlo es acercarse a la Livraria Lello, que parece sacada de un cuento de hadas, y sentiros como si fueseis a recibir una carta de Hogwarts. Subid también a la Torre dos Clérigos (¡cuidado con el vértigo!) y flipad con las vistas panorámicas de la ciudad.Y si os va lo de que os lleven, apuntaros a un crucero por los seis puentes del Duero para descubrir la ciudad desde una perspectiva diferente (y sin tener que andar).
¡Ah! Y nos se os ocurra iros de Porto sin probar una francesinha en condiciones, con su salsa secreta y su montaña de queso fundido (¡y luego echarte una siesta para recuperarte!).
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